jueves, 9 de septiembre de 2010

Regalando aliento

 El hermoso día se notaba en su cara plácida. Él; un anciano andando en bicicleta que venía en mi dirección. No se agarraba del manubrio; tenía los labios cerrados en perfecta armonía, los ojos entre abiertos; como quién mira a través de las pestañas el éter del cielo, la cara plana sin arrugas; parecía no haberse enterado del paso del tiempo. Cuanto más se acercaba, más abría su boca. Me pareció tan graciosa su actitud y tan injusto que yo siendo más joven me haga cargo de la existencia, cuando a él parecía no interesarle. Al tenerlo ya a mi lado, tuve el impulso de llenarme los pulmones de aire, pegar un salto y soplar dentro de su boca. Lo despabilé. Él abrió sus ojos, me asusté y seguí caminando por la silenciosa calle.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

A ella no le importa

Algo que noté hoy por primera vez, es la indiferencia de la luna cuando las nubes pasan a su lado. También le es indiferente que su noche invernal me escale los huesos.
Otra vez la sensación de la habitación suspendida en la nada, como hacía varios años no la tenía. No la extrañaba, pero no me disgusta, la acepto, la dejo fluir. En la anterior ocasión eramos casi las mismas personas, pero con personalidades diferentes a las que tenemos ahora. Si no fuese que al mirar por la ventana puedo distinguir en la oscuridad un tanque de agua, pensaría que estamos flotando realmente. Si me levanto de la silla y camino hacía un sector de la habitación, todo se inclinaría.
  • Viene caminando una mujer. Al estampado de su ropa le sobra estimulo visual. Fractales, arabescos, colores.

Lo que reflejan las olas

 En los pequeños pliegues de las olas, veo espejos que reflejan diferentes realidades.
  • En algún lugar del mundo; hay una familia preparando la mesa para el almuerzo.
  • En una guerra; una familia es separada.

Sonido en silencio.

 El momento en que el sonido se adueña del silencio creo poder distinguirlo. Es una milésima de segundo, en el que nadie se hace cargo de la existencia.

Bailarines del invierno

 La gente baila del frío a las siete y cuarto de la tarde, en una parada de colectivo pérdida en plena ciudad. Y mientras unos danzantes se van apenas llega el transporte, otros nuevos llegan para continuar con el ritual.
 Que no se corte la música!